Un espacio terapéutico que funciona al son de la música ha estado transformando la vida de niños, niñas y adolescentes desde febrero de este año . Se trata del Taller de Musicoterapia, una iniciativa que ha surgido a partir del interés de la niñez usuaria del Programa de Reparación del Maltrato Providencia (PRM), y que Fundación Tierra de Esperanza tiene en la región Metropolitana.

Sin embargo, fue un niño con Síndrome de Tourette, que anhelaba aprender a tocar un instrumento musical, el que finalmente también motivó a concretar la experiencia. Así, con el apoyo y la visión de Ámbar Urzúa Mira, psicóloga del PRM, se gestó este inspirador proyecto que utiliza música como herramienta terapéutica para conectar con las emociones y enfrentar experiencias de trauma complejo a la infancia y adolescencia atendida en el programa.

El taller comenzó de manera autogestionada, utilizando los instrumentos que el equipo de profesionales y los propios niños y niñas llevaban a sus sesiones terapéuticas individuales. Sin embargo, ya en abril del mismo año, el Programa PRM Providencia adquirió los primeros instrumentos que dieron vida a este sueño, sumando: guitarras, metalófonos, ukelele y una calimba.

“Los niños, niñas y adolescentes puedan a través de la música conectar con sus emociones y resignificar sus experiencias de vulneración”.

Romina Mandiola, directora del Programa PRM Providencia, de Fundación Tierra de Esperanza.

El impacto del Taller de Musicoterapia ha sido profundo y visible . Romina Mandiola, directora del PRM Providencia, afirmó que existe fundamentación neuropsiquiatra que respalda los beneficios de la música en la sanación emocional. Asimismo, señaló que “el taller de música se convertido en una gran iniciativa, reflejado en el aumento subjetivo y sentido de pertenencia de los niños, niñas y adolescentes atendidos en nuestro espacio terapéutico. Además es un facilitador de los procesos de intervención, ayudando a que los niños, niñas y adolescentes puedan a través de la música conectar con sus emociones y resignificar sus experiencias de vulneración. Se han registrado cambios notables en sus rasgos de personalidad, lo que ha permitido abrir espacios de interacción y amistad con otros pares. Además, se ha observado una mejora significativa en la concentración y atención de los participantes, mientras crean lazos y vínculos emocionales con la música y entre ellos mismos”.

El poder sanador de la música como apoyo a los procesos terapéuticos lo han constatado. Según explicó Romina Mandiola ha existido una disminución de la sintomatología de trauma complejo, entre ellas, la ideación suicida y flash back en la niñez atendida. La agresividad ha cedido terreno ante la música, y la autoestima se ha fortalecido, reforzando la cohesión grupal en el taller. A pesar de estos logros, aún quedan muchos beneficios por descubrir en esta experiencia artística que ha resultado ser transformadora.

Para Camilo (13 años), uno de los niños participantes, ha sido motivante estar viviendo esta experiencia. “El taller de música es muy bueno, yo había dejado de tocar violín y lo retomé. Me gusta mucho, he conocido amigos y eso que me cuesta sociabilizar, pero aún faltan más instrumentos”, opinó Camilo.

Actualmente están participando en el taller de musicoterapia adolescentes, niños y niñas entre 12 y 17 años, y próximamente se proyecta ampliar el alcance a los 8 y 11 años. Este espacio terapéutico ha demostrado ser un lugar positivo en las intervenciones y seguirá fortaleciéndose en beneficio de la población infantojuvenil que actualmente atiende a cien niños, niñas y adolescentes.