Región Metropolitana. El aislamiento social y la interrupción de rutinas propias en la vida de las y los adolescentes durante la pandemia por COVID 19 es un foco de atención importante para los equipos que trabajan directamente en la rehabilitación en consumo problemático de drogas.

Así lo ha evidenciado el programa de Fundación Tierra de Esperanza en la región Metropolitana, Ágora Quilicura. Las intervenciones terapéuticas y cada caso lo siguen a través de un acompañamiento permanente y apoyándose en una gestión con las redes territoriales, con el objetivo común de ser un pilar de apoyo a las necesidades de cada adolescente, las que no solo están asociadas al consumo de drogas, sino que también a la salud mental.

Por lo anterior la vinculación con el intersector se ha fortalecido y dinamizado. Así lo explicó  Cristina Jara, directora del programa Ágora Quilicura, quien señaló que “durante el tiempo de pandemia las coordinaciones con diversos actores de la red intersectorial se han visualizado como primordiales para la mantención de un trabajo articulado, complementario y coherente, debido a la reducción en número de visitas domiciliarias y contactos presenciales con los y las jóvenes. Por esta razón, resulta necesario que existan espacios de retroalimentación y de compartir la información con la que cuenta cada programa respecto al estado y situación actual de nuestros usuarios”. Para hacerlo efectivo, explicó Jara, han implementado mesas de trabajo intersectoriales de revisión y análisis de casos con distintos organismos, entre ellos principalmente, SENDA y SENAME: “así, hemos logrado levantar las complejidades de los casos, a un nivel superior de análisis, que nos permite buscar mejores estrategias de intervención y abordaje (…) nos han permitido tener una mirada más integral de la intervención, incorporando elementos proteccionales que muchas veces pasan a segundo plano, considerando que son una de las necesidades primordiales de ser cubiertas a la hora de lograr un tratamiento de alcohol y drogas exitoso”, subrayó la directora del programa Ágora Quilicura.

Cristina Jara. Directora Programa
Ágora Quilicura.

Consumo de drogas y salud mental

Si bien la última encuesta de consumo de drogas en pandemia, a cargo de SENDA, señala que es el consumo de medicamentos el que ha tenido un aumento durante la crisis sanitaria, el programa Ágora Quilicura realizó un seguimiento a esta realidad constatando también un aumento en otras drogas, por ejemplo, en la cocaína rosa (2CB). Cristina Jara indicó que “al inicio de la pandemia los jóvenes reportaron una disminución en su patrón de consumo, que en ocasiones se relacionó con limitantes tanto en el acceso a las sustancias, como al dinero para conseguirlas. Sin embargo, basados en nuestra lista de espera, podríamos señalar, que a partir del segundo semestre del año 2020, existe un aumento en jóvenes que presentan consumo de sustancia, con el transcurso de los meses esta situación fue variando, retomando en algunos casos sus patrones de consumo inicial”.  La profesional indicó que han observado una normalización del consumo de OH y THC, dando paso al aumento en el consumo de otras sustancias, como BZD y de 2 CB, más conocida como cocaína rosa o TUSI. Además, agregó que “uno de los aspectos más relevantes según nuestra visión respecto al perfil usuarios, es que se ha vuelto más violento y más temerario”.   

Trabajo en red

La participación de las y los jóvenes en el programa se ha ajustado al protocolo sanitario, y de manera ininterrumpida el equipo ha contribuido a que los procesos terapéuticos se realicen en modalidad híbrida. Son estos espacios los que dan la alerta acerca de la importancia de mantener un trabajo intersectorial activo para apoyar también en el ámbito de la salud mental. Cristina Jara, manifestó que “ nuestros usuarios y usuarias están al tanto de esta constante coordinación entre delegados y encargados de caso a fin de evitar la triangulación de información, que ha resultado muy perjudicial en algunas situaciones. Si bien la vinculación y adherencia se da en un nivel diferente entre programas de sanción y un programa de tratamiento, ha resultado muy útil el apoyo entre programas a la hora de trazar objetivos de trabajo previniendo la sobreintervención”. Además, señaló Jara que  “sin lugar a duda, nos ha mostrado la necesidad con la cual cuentan los jóvenes tanto desde el área de tratamiento, como del área protección y de reparación. Sumado a necesidades económicas y precariedad laboral, por las cuales, ha atravesado algunas familias. También se ha observado, en ciertos casos una agudización en los cuadros de salud mental, tanto de los jóvenes como de algún miembro de la familia”.

Nilson Tenorio, supervisor técnico de Fundación Tierra de Esperanza de la zona centro del país, manifestó que la salud mental, desde la perspectiva emocional, psicológica y social ha experimentado una crisis sin precedentes a nivel general, y en particular, sobre los grupos más vulnerables. “Los esfuerzos interventivos de los programas de salud mental y adicciones,  se han visto tensionados al límite y la mirada comprensiva respecto a los modelos de ayuda y resolución de conflictos concomitantes al consumo abusivo de sustancias se han visto en la necesidad de reformular su praxis y metodologías interventivas, ampliando la mirada e intensificando las estrategias de abordaje de manera complementaria entre los diversos actores intervinientes (Salud, Protección de derechos, Reinserción social, entre otros”, afirmó.

Para el profesional el trabajo en red es fundamental por lo que explicó que “el abordaje intersectorial de casos clínicos graves, en donde la descompensación de cuadros obliga a iniciar un proceso de mayor resolutividad respecto incluso al resguardo de la vida (en un contexto sanitario saturado y con pocas posibilidades de contar con cupos para internación a nivel terciario) ha posicionado y fortalecido una metodología de análisis de caso ampliados, con actores tanto de los equipos intervinientes como representantes de los servicios del Estado e instituciones colaboradoras (Gestores de calidad de Senda, Gestores intersectoriales, supervisores técnicos de las instituciones, profesionales intervinientes de la línea de tratamiento y salud mental, Protección de derechos, Justicia juvenil, entre otros). Lo cual ha potenciado a la red interviniente y ha permitido diálogos resolutivos que permitan dar una respuesta interventiva a las necesidades sanitarias del perfil de atención”.

De esta forma, el desafío en el contexto actual es seguir fortaleciendo el trabajo intersectorial como un gran puente conector entre el problema y la construcción de soluciones integrales, algo que los programas de Fundación Tierra de Esperanza desarrollan desde antes de la pandemia. Sin duda, el compromiso del programa Ágora Quilicura también es el reflejo de muchos otros, que saben que el trabajo técnico, la vocación y la convicción con las historias de vida de cada joven empujan a entregar más esperanzas y un mayor bienestar. Nilson Tenorio lo sabe, y valora el esfuerzo realizado por los equipos, principalmente, durante la pandemia destacando en ellos “la unidad, el compromiso ético y humano, la flexibilidad para ampliar la mirada y reformular las metodologías, la fortaleza identitaria para continuar prestando un servicio sanitario y la revisión permanente de la persona del terapeuta”. Y ese reconocimiento también lo hace a nivel interventivo “el favorecer siempre la continuidad de cuidados de los y las jóvenes y sus familias, ofreciendo la oportunidad de crecimiento, maduración y rehabilitación del consumo de sustancia y la superación sanitaria de los problemas de salud mental aquejantes”, señaló Tenorio.

¿Lo sabías? “Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a estar protegidos del consumo
de drogas ilegales y de ser utilizados en el tráfico de drogas”.

Convención Internacional de los Derechos del Niño.