Durante el mes de abril se conmemoró el día internacional de lucha contra el maltrato infantil, una realidad que en Chile tiene cifras que ponen en alerta para abordarla como prioridad.

De acuerdo al cuarto estudio de maltrato infantil de UNICEF, más del 70% de la niñez en el país señaló haber sufrido violencia. El mismo organismo, indicó que en América Latina, 6 millones de niños y niñas son agredidos por sus padres o familiares. Los datos son reveladores y en Fundación Tierra de Esperanza, equipos de los programas de Reparación del Maltrato y Abuso Sexual Infantil (Prm) analizaron la situación con la experiencia del trabajo directo que realizan con el objetivo de reparar el daño asociado al maltrato físico, psicológico y/o sexual, centrando su accionar en la protección de los derechos de estas víctimas, promoviendo su recuperación integral (física, psicológica, social, sexual y emocional) a través de una intervención especializada.

Katty Monje Contreras, directora del PRM Bahía Ckapnati en Antofagasta, señaló que como equipo analizan periódicamente la situación:  “nos parece que debemos sensibilizar a las autoridades, jueces, profesores, vecinos, a todo el mundo adulto en la relevancia de tener una infancia “sana” y caminar hacia una crianza más respetuosa, participativa y de paz. De ahí es necesario construir una sociedad más sensible, en donde podamos comprender el funcionamiento de cada familia, así anticiparnos a posibles escenarios de intervención, como ante la posibilidad de atender/apoyar las secuelas del trauma  y/o vulneraciones de las propias historias de las familias, identificando los recursos resilientes de cada integrante, lo que nos permitirá abordar el maltrato comprensivamente”. Además proyecta que debe ser desde una lógica permanente: “sería como instaurar la prevención casi como asignatura obligatoria desde los primeros años de escuela, que sea transversal y empezar a generar conciencia global. Esto es relevante, ya que aunque el maltrato se identifica desde hace ya varios años, se mantienen prácticas de corrección coercitivas o prácticas maltrantes para educar/criar en todos los ámbitos, en la escuela, en la casa y en las instituciones”. 

Una mirada que converge es la señalada por el equipo PRM Bahía Esperanza de San José de la Mariquina en Valdivia, donde su directora, Elizabeth Gallardo, manifestó que “debemos transitar hacia una cultura de los buenos tratos hacia la infancia, en otras palabras, fomentar una ética del cuidado. Porque contribuir al desarrollo infantil no solamente es trabajo de psicólogos o trabajadores sociales, sino también es trabajo de la educación y la sociedad en su conjunto. Hoy, afortunadamente, existe mucha mayor sensibilidad y conciencia respecto a la crianza respetuosa. No obstante, no podemos omitir, que aún sigue la crianza centrada en el adultismo, la violencia y el maltrato”. Además, indicó que “consideramos fundamental la educación inicial en donde se problematice de manera constante en torno a los patrones relacionales violentos. Para ello es altamente significativa la intervención que se realice en primera infancia, pues desde esa instancia es importante ir incorporando aprendizajes en los niños y niñas.  Desde ahí se configura como el principal desafío, o sea, incorporar acciones preventivas desde la primera infancia”.

En tanto Loretto Jaque, directora del programa PRM Bahía Esperanza de Iquique, indicó que junto a su equipo también evalúan esta realidad enfatizando en la importancia de prevenir:  “la prevención se constituye en una tarea primordial para ir erradicando estas vulneraciones, requiriendo un trabajo multisectorial entre los distintos actores sociales que promuevan una mirada del buen trato, resguardando la protección integral de todos y cada uno de los derechos esenciales los niños, niñas y adolescentes. Es necesario contar con protocolos actualizados y atingentes a las necesidades de la infancia que promuevan la detección desde la primera infancia, actuar de manera diligente desde todas las áreas, evitando la disgregación de las vulneraciones”. Asimismo agregó que son positivas las instancias de difusión y que es necesario fortalecerlas: “acorde a la experiencia de nuestro programa, las instancias de difusión, prevención e informativas desde la línea del buen trato, generan espacios de reflexión en actores sociales (docentes, jardines infantiles, colegios, paradocentes, apoderados, profesionales de salud, justicia, ente otras) y de sensibilización frente a prácticas de buen trato, constituyen herramientas posibles de abordaje ante la prevención (…) Se requiere dar continuidad a espacios de reflexión y levantamiento de prácticas que permitan revertir la victimización en niños, niñas y adolescentes y exponerlos a situaciones de riesgos mayor por no contar con protocolos claros y acciones  concretas de prevención y protección”.

Según diversas agencias de la Organización de Naciones Unidas, en pandemia esta realidad puede aumentar, por lo que realizaron el llamado a favorecer la prevención en este ámbito. Cabe señalar que la Organización Mundial de la Salud describe el maltrato infantil como “los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder. La exposición a la violencia de pareja también se incluye a veces entre las formas de maltrato infantil”.

Fundación Tierra de Esperanza cuenta con once programas a nivel nacional, donde a diario se trabaja por revertir escenarios que a la luz de las cifras requieren de los puntos expresados por los profesionales: una mirada multisectorial, abordar desde la primera infancia la realidad, incorporar elementos que contribuyan a su detección temprana, realizar acciones de sensibilización que promuevan el buen trato, entre otros ámbitos.

“Toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo” (Artículo 19)