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Región de Antofagasta. Contener, estabilizar y educar a los jóvenes que están privados de libertad frente a la pandemia del coronavirus es la prioridad para el proyecto Kausana de Fundación Tierra de Esperanza, el que a diario impulsa desde el Centro de Internación Provisoria y Régimen Cerrado de SENAME en Antofagasta (CIP-CRC), diversas iniciativas para lograrlo.
No han parado. Saben que es redoblar esfuerzos, pero también están conscientes que existe un compromiso diario con la rehabilitación en el consumo de drogas de los 35 jóvenes que asisten al programa, con la colaboración del Servicio Nacional de Menores (SENDA) y el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA).
Marisol Flores, directora zonal norte de Fundación Tierra de Esperanza, valora el trabajo realizado en los distintos proyectos de la institución. “Sabemos que son tiempos difíciles, y este es un ejemplo de cómo vamos sumando para la infancia y adolescencia. Tenemos la convicción que el trabajo colaborativo entre instituciones nos permite sobrellevar una situación como la que actualmente enfrentamos en el país y el mundo”.
Nuevas formas de intervención frente al COVID-19
Rosa Morales, directora del proyecto Kausana, lleva 12 años en Fundación Tierra de Esperanza. Hoy su experiencia con jóvenes privados de libertad le hace reafirmar nuevamente su compromiso. “Incorporar en ellos lo que está ocurriendo extramuros, nos ha implicado duplicar nuestros esfuerzos. Es verdad que las fuerzas flaquean a veces, pero tenemos tan grabado a fuego nuestro cariño y compromiso con los jóvenes que atendemos, y que en circunstancias como éstas, son más vulnerables aún. Por eso nos levantamos mil veces con ánimo para seguir aportando”, señaló.
En el contexto de privación de libertad que viven los jóvenes el equipo se ha organizado con sistemas de turnos para disminuir el tránsito y evitar el contagio. Trabajan de manera individual con los jóvenes y también de manera grupal, con todos los resguardos necesarios para psicoeducar sobre el COVID-19. “Es difícil porque estamos acostumbrados a abrazarnos y saludarnos de manera afectuosa, esto nos implica el desafío de expresar nuestros afectos con los ojos y con las palabras. Desde lo técnico, hemos tenido que adecuar nuestros objetivos de trabajo y en el respectivo plan de intervención del adolescente, reflejar esas nuevas tareas, estabilizar y acompañar en el caso de los egresos, a distancia a través del teléfono”, afirmó Morales .
Tierra de Esperanza cuida la tierra
Desde diciembre de 2019 están ejecutando el proyecto “Tierra de Esperanza cuida la tierra”, financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Regional del Gobierno Regional de Antofagasta, conjuntamente con los funcionarios del Servicio Nacional de Menores que trabajan en el recinto. Rosa Morales, detalló la experiencia: “hicimos un jardín en todos los espacios donde había tierra para hacerlo: frente a las casas, en la cancha e inclusive realizamos jardines verticales. Cada joven que ha plantado, sembrado o regado y ha dado cuidados al jardín, valora mucho la experiencia. En cada taller los preparamos con zapatos y con los cuidados personales para iniciar el trabajo. Les contamos lo importante que es entregar afecto, cariño y dedicación a esa planta. Así salen del entorno de prisionización , se involucran en otro espacio de relajación y de naturaleza, siendo un espacio que SENAME ha incorporado en los aprestos laborales, lo que incentiva a los jóvenes al buen comportamiento y al reconocimiento del logro al aportar en la mantención del área verde”.
Uno de ellos es Ronald, tiene 18 años y lleva un año 8 meses en el proyecto. Para él hacer este jardín fue muy significativo: “yo participo del apresto laboral y me gustó mucho porque salgo de la casa (dentro del recinto privativo) y cuido las plantas. He aprendido cosas que no sabía antes, me relaja y se ve muy lindo. Aquí me siento apoyado por las tías y tíos, me sacan de mis problemas, sobre todo cuando me siento mal”.
Este trabajo colaborativo entre instituciones ha fortalecido también otro ámbito que destaca Natalia Saldivia, terapeuta ocupacional de la Unidad Socioeducativa de SENAME: “ los jardines han significado una experiencia recreativa- formativa, y ha significado un espacio de re-conexión, terapéutico, de re-descubrirse en otras dimensiones que complementan al ser humano, los jóvenes han aprendido no solo de plantas y jardinería si no también de conocerse a sí mismos. También de explorar sus capacidades, de hacer desde lo doméstico que es plantar una planta y hasta como mantener una conversación en relajación y en armonía con lo que se esta haciendo”.
En tanto, Paz Salgado, educadora de trato directo de SENAME, señaló que esta iniciativa “ha sido una experiencia buenísima, le da otra cara a estos ambientes, me sirve para relajarme, a veces sacamos algún joven y también regamos, nos ayuda mucho a relajarnos”.
La crisis sanitaria les motiva a repensar otras formas de intervención. Hoy también están acompañando los procesos educativos a través de vídeos tutoriales y ayudantías de clases a distancias, explorando todas las posibilidades que las tecnologías brindan. Rosa Morales, directora del proyecto sabe los desafíos diarios que implica este trabajo, sin embargo, señala que “cada vez que me levanto y me acuesto a descansar pienso que lo que hago salva vidas, ellos encarnan los motivos de la crisis social, ellos serán los perjudicados de la crisis sanitaria. Mi trabajo siempre ha estado mediado por mi corazón pero hoy no solo es mi corazón, es mi alma y todo lo que soy está puesto en cada acción laboral que realizo. Espero estar realizando mi mejor esfuerzo y tomar las mejores decisiones”.
Esta experiencia sembró en el jardín de los jóvenes, la diversidad de la naturaleza: lavandas, enredaderas, mentas, rudas, frutillas, tomates cherry, rayos de sol y toronjil; pero además, siguen cultivando esperanza en medio de la pandemia mundial.