Región de La Araucanía. Mate Amargo. Con este nombre, los jóvenes de la sección juvenil del Centro Penitenciario de Temuco bautizaron su primera producción musical, una experiencia impulsada y dirigida por el Programa de Atención Intensiva Newenche Temuco, de la Fundación Tierra de Esperanza.

 

Se trata de una iniciativa que conjuga el arte y la terapia; un trabajo con matices, donde los jóvenes pudieron desarrollar sus habilidades, expresar sus emociones y complementarlas, con el proceso de rehabilitación en el consumo de drogas.

 

Fueron meses de trabajo. Donde los más de 20 jóvenes tuvieron participación para dar vida al disco que recoge los testimonios de cada uno. En este proceso contaron con el apoyo del grupo  Tierra Oscura, donde sus músicos destacaron lo emotivo que fue la experiencia de inmortalizar las vivencias de cada uno desde el encierro y, de esta forma, ver cómo pudieron resignificar momentos que no fueron fáciles en algún periodo de sus vidas.

 

En la ceremonia de lanzamiento, que contó con la participación de Gendarmería y Senda, la directora del proyecto de Tierra de Esperanza, Tania Anguita, manifestó que “este trabajo  generó un impacto fundamental, porque los jóvenes lograron una mayor adherencia al proyecto. Las emociones que lograron expresar fueron utilizadas en los espacios de tratamiento (…) esta dinámica permitió más unión entre ellos, el desarrollo de sus habilidades sociales, y el trabajo en grupo, también los ayudó a escucharse”.

 

El que lideró el trabajo musical fue Guillermo Sepúlveda, tallerista del proyecto de Tierra de Esperanza y vocalista del grupo Tierra Oscura. Según explicó “este proceso fue de menos a más. Hablaban todo en coa, era solo ruido, era difícil entenderlos; pero se les pasó un instrumento a cada uno y comenzaron  a soltarse, y esto empezó a tomar más forma (…) comenzaron a sugerir canciones, a escribir lo que sentían hasta llegar a un momento de instrospección de ellos mismos, surgiendo recuerdos bonitos. Ahí, le pusimos música y grabamos”.

 

Partieron el 2011 y estuvieron cuatro meses en proceso de grabación. Guillermo, se emociona al reconocer que  la música fue un puntapié para el cambio de los jóvenes: “aquí ambientamos otro mundo. Resultó un disco súper bueno, un libro de experiencias (…) la trasformación de la mente es algo muy potente, los chicos egresaron con otra mentalidad”.

 

 Y así lo reflejan los testimonios de los jóvenes. Javier, de 22 años es uno de ellos, señaló: “me demoré tres semanas en escribir el tema “encerrado en mi cuarto”. Me sirvió harto para matar el tiempo. Aquí adentro supe que esto lo cuido  y hay sentimientos de hartos jóvenes en esas canciones. Pude trabajar mi ansiedad, pena y ocupar la música para que la gente tome conciencia a través de las letras. El equipo me ha ayudado harto, todos me han apoyado porque las personas han creído en uno”.

 

Gabriel, de 24 años, comparte la mirada de Javier. “En cada canción hay un pedazo de mi cuerpo, quiero seguir en la música. Yo afuera hacía rap, aquí hubo harto trabajo significativo; nunca pensé grabar un disco. La idea de motivación es contagiar a otros jóvenes, es una rehabilitación, la música sirve para eso”.

En tanto, Guillermo, de 22 años, otros de los participantes manifesto que “a mí me sirvió para salir de mi rutina, tengo para 10 años, y esto me motivó a acercarme a los talleres. Gracias a este programa, llevo un año sin consumir droga, ha sido una buena experiencia, espero salir de acá y reunirme con mi familia y contarles que participé en un disco”.


Sin duda, una iniciativa que dejó huellas importantes en los jóvenes. Para Lorena Trujillo, supervisora técnica nacional de drogas de la Fundación Tierra de Esperanza, en este trabajo hubo dos impactos importantes según explicó, “por una parte, involucró un trabajo en equipo muy importante en el programa Newenche Temuco, fueron capaces de ir rescatando del proceso muchos caminos para ser incluidos en el proceso terapéutico de los jóvenes. El sólo hecho de que fueran capaces de escribir letras que reflejaban el mundo interno, resulta un elemento muy valioso terapéuticamente hablando; sobre todo, en un contexto que no es el más favorecedor  para el desarrollo de los jóvenes y para sus objetivos de rehabilitación y reinserción. Y por otro lado, el equipo tiene el mérito, junto a los jóvenes, de haber sido capaces de obtener un resultado y un producto concreto, que muchas veces significa para los propios jóvenes constatar el camino finalizado y que el esfuerzo del proceso termina en un producto de alta calidad que también dignifica la realidad de cada uno de los jóvenes”, puntualizó.