Nacional. La prevención del suicidio es un tema de sensibilización permanente que Fundación Tierra de Esperanza ha impulsado con especial énfasis este año 2019. De esta forma, los medios de comunicación han sido un aliado importante y que desde su rol social, contribuyen a educar, sensibilizar e informar a la sociedad en este tema.

Audio en Radio Biobio. Lorena Trujillo,
coordinadora tècnica de Fundación Tierra de Esperanza .

Lorena Trujillo, coordinadora técnica de Fundación Tierra de Esperanza, conversó en el radiograma de Radio Biobío sobre el suicidio adolescente, en el marco del día internacional para la prevención del suicidio.

Columna de Opinión: Hacia una mirada fenomenológica de las Conductas Suicidas en Adolescentes.

Por Ps. Lorena Trujillo Padrón.Mg. Psicología de la Adolescencia mención clínica. Postítulo en Apego, en Psicodiagnóstico y en Consumo de drogas en niños y adolescentes.

A propósito del 10 de Septiembre, en que se conmemora el día mundial para la prevención del suicidio, viene a bien recordar la revisión realizada por Salas y Lobos (2017) sobre la distribución mensual de los suicidios en población general ocurridos en Chile en el periodo 2001 al 2014. En ella se pudo constatar la temporalidad del suicido, concentrándose las mayores frecuencias entre los meses de septiembre a enero. En la organización de los autores se observa un primer peak de frecuencia en la segunda quincena de septiembre, justo en la víspera del comienzo de la primavera en el hemisferio sur, que también corresponde al segundo día feriado de fiestas patrias, es decir el 19 de Septiembre; luego otro peak más pronunciado que se produce a fines de diciembre, justo en navidad el día 25 de diciembre; y por último, el peak más pronunciado de todos que se produce a comienzos del año, es decir el 01 de enero. Todas estas fechas tienen en común que corresponden a importantes festividades, por lo que frente a la pregunta sobre porqué en estas fechas las personas tenderían a presentar más conductas suicidas, una hipótesis puede asociarse a que el dolor propio de la persona, contrasta con más fuerza con la alegría externa, haciéndose más intensa y latente. Con esta pista introductoria, se busca relevar la idea comprobada en torno a que la gran mayoría de las personas con conductas suicidas, incluidos los adolescentes, no buscan necesariamente acabar con su vida, sino más bien terminar con el sufrimiento y el agobio psíquico.

Revisada esta idea, entonces resulta fundamental no perder de vista que el fenómeno de las conductas suicidas es más complejo que muchas otras condiciones de salud, y esto porque no sólo presenta puntos en común con muchos problemas de salud mental, sino que además tiene un componente social, cultural y valórico muy importante.

Frente al discurso biomédico imperante en salud mental, se requiere entonces relevar la importancia del enfoque contextual-fenomenológico. En contraposición, el seguir viendo el suicidio como un fenómeno patologizante o asociado siempre a una patología de salud mental, no permitirá avanzar en entender la profundidad del problema y, por ende, no permitirá prevenirlo y abordarlo eficazmente.

Como lo sostienen algunas investigaciones, se trataría de analizar y reconstruir este drama vital que es el suicidio, no tanto desde dentro de la mente, sino desde dentro del nudo que forma su “yo” en una circunstancia vital concreta. Así, evaluar fenomenológicamente y contextualmente el suicidio es una alternativa necesaria para estimar el riesgo, más allá sólo de síntomas, trastornos y puntuaciones numéricas.

Se trata de elaborar principalmente los contextos problemáticos de sufrimiento que pueden estar en la base de las conductas suicidas, más aun si se trata de adolescentes con vivencias cargadas de estrés crónico.  Se trataría también de conectar dichos contextos problemáticos con las vivencias y sentimientos de tristeza, rabia, culpa, vergüenza o desesperación que circundan en niños y adolescentes. Estas vivencias en curso, si no se elaboran, van generando un sufrimiento psíquico crónico (junto con sus correlatos bioquímicos y hormonales alterados), el cual puede estar a la base de diferentes conductas autodestructivas, siendo su límite la conducta suicida. Entonces bajo esta mirada fenomenológica, se trataría de buscar sentido a las quejas, y resituar el malestar en el contexto del mundo vital de la persona, en lugar de reducirlo sólo a las categorías diagnósticas del mundo de la ciencia. En este sentido, aun cuando la evaluación de los patrones de personalidad y los problemas de salud mental nunca debieran descuidarse, el análisis funcional constituye un elemento fundamental que permite clarificar la funcionalidad del comportamiento suicida en su contexto biográfico, más allá de puntuaciones y etiquetas diagnósticas.

Si volvemos al inicio de esta columna, el que los sujetos en Chile presenten más suicidios en fechas festivas cargadas de emocionalidad, debiese orientar a profesionales y técnicos en torno a que frente a una crisis suicida o a declaraciones sobre pocas ganas de vivir o francos deseos de morir, no basta con pasar una escala de riesgo suicida, sino más bien hay que aprender a escuchar, mirar y leer con atención. Tampoco sería suficiente delegar el rol de evaluación al médico o psicólogo como profesionales clásicos a cargo de la psicopatología. Sobre todo, adolescentes con fuerte desesperanza más bien requieren de cualquier adulto capaz de entregar una relación segura, empática y de contención emocional, por lo que construir una relación de ayuda, siempre será una tarea de vital importancia y una eficaz herramienta preventiva de primera respuesta. La capacidad de contención emocional implica saber acoger y aliviar el dolor y la angustia, para lo cual se precisa actitud, aptitud y tiempo por parte del profesional, más que ser poseedor de un título profesional u otro.

En efecto, las razones para vivir son los motivos que, en gran medida, tendrá un adolescente  para no cometer suicidio, siendo éstos los puntos de anclaje para proyectarse al futuro. Acompañar esto, bajo una mirada comprensiva amplia, respetuosa y continente, es a lo que todos quienes trabajamos con adolescentes, sin distinción, estamos llamados a transitar.