La alerta de un potencial aumento del maltrato a la niñez como efecto colateral a la propagación del COVID-19, ha sido levantada por distintas organizaciones mundiales vinculadas al tema, solicitando a los Estados a desarrollar estrategias para prevenirlo.

Una de ellas es la Organización Mundial de Salud, la que ha sido categórica en señalar que “los Gobiernos tienen un papel central que desempeñar (…) deben asegurarse de que los planes de prevención y respuesta del Covid-19 integren medidas apropiadas para la edad y sensibles al género para proteger a todos los niños de la violencia, el abandono y el abuso”.

Para Fundación Tierra de Esperanza es prioridad abordar el tema. Para ello, está implementando acciones orientadas a la prevención y a contribuir al proceso de reparación en situaciones de vulneraciones de derecho a través de diversos programas de la línea de protección.

Al respecto, Gilda Barrios, supervisora zonal norte en Fundación Tierra de Esperanza, manifestó que “los programas de Reparación del Maltrato (PRM), se encuentran desarrollando un plan de contingencia tomando contactos telefónicos con los los niños, niñas y adolescentes, tanto para pesquisar el tema de salud, como para trabajar temas vinculados a estrategias para reducir estrés parental y familiar. Así se han organizado con actividades que refuerzan el adecuado abordaje de sintomatología que se reactiva en periodos de estrés. Esto nos ha permitido un acompañamiento emocional y la visualización de la salud proteccional de ellos.”

Ayleen Plaza, directora
proyecto PRM Bahía Ckari

Uno de los proyectos que está desarrollando estas acciones es el Programa de Reparación de Maltrato (PRM) Bahía Ckari, subvencionado por el Servicio Nacional de Menores. Ayleen Plaza, directora del proyecto de Fundación Tierra de Esperanza en Antofagasta,  explicó que “nuestro proyecto atiende a niños, niñas y adolescentes que provienen en un 90% de familias con prácticas maltratantes y/o negligentes, por lo que el contexto de aislamiento social o cuarentena va de la mano con mucho más tiempo de convivencia y mayores niveles de estrés parental. Esto, sabemos que aumenta las probabilidades de ejercer malos tratos, al no contar muchas veces con las herramientas para afrontar la crianza ni el estrés que implica”.

Además, indicó que son contextos complejos donde la situación económica de las familias dependen en gran parte de empleos informales, muchos de ellos asociados al comercio ambulante. “Hay adultos que siguen trabajando fuera del hogar, mientras sus hijos se mantienen en los hogares bajo cuarentena, lo que implica una escasa supervisión, exponiéndose a riesgos. A eso, se suma a que quedan expuestos al riesgo de contagio por parte del o los adultos, que podría repercutir también en los hijos o niños a cargo”, manifestó Ayleen Plaza.

Sin embargo, el equipo está trabajando alineado a esta realidad, con planes de intervención pertinentes a la crisis sanitaria. Al respecto, la directora del proyecto PRM Bahía Ckari, manifestó que “este periodo de contingencia es una oportunidad de desplegar y fortalecer nuestros recursos como profesionales, al ser parte también de los cambios que viven nuestros usuarios. Es muy necesario adaptarnos a los nuevos medios tecnológicos para establecer contacto con los niños, niñas y adolescentes, e idear nuevas formas de continuar con el apoyo emocional y concreto que requieren. Debemos ser una red de contención para ellos y que, considerando sus necesidades y realidades, seamos capaces de aplicar las estrategias que sean necesarias y utilizar todos los recursos de los que disponemos, tanto a nivel terapéutico, administrativo, jurídico y comunitario, sin dejar de lado el auto-cuidado para los equipos y un foco principalmente en el aseguramiento de los derechos de Niños, niñas y adolescentes”.

El compromiso de las instituciones que trabajan directamente con la población infantojuvenil es fundamental para hacer visibles las condiciones biopsicosociales en las que están inmersos. El diagnóstico es alarmante y The Human Rigths Watch, a través de un comunicado dio a conocer la situación que ya está enfrentando la infancia : “las tensiones adicionales que soportan las familias en relación con la crisis del COVID-19 –como pérdida de empleos, confinamiento excesivo y ansiedad por motivos de salud y económicos— agravan el riesgo de violencia en el hogar, entre parejas como la infligida en niños y niñas por sus cuidadores” enfatizó.

“Los expertos estiman que la cantidad total de muertes por COVID-19 a nivel mundial podría llegar a ser de entre 10 y 40 millones de personas, e indefectiblemente muchos niños y niñas perderán a uno o ambos padres u otros cuidadores. Los niños huérfanos son particularmente vulnerables a la trata y otros tipos de explotación, como explotación sexual, ser obligados a mendigar, vender productos en las calles y otros tipos de trabajo infantil. Los niños de mayor edad a menudo abandonan la escuela para ayudar a mantener a hermanos más pequeños.”

Fuente: Comunicado Human Rigths Watch https://www.hrw.org
Foto de archivo, proyecto Bahía Ckari. Antofagasta.