Entrevista a Lorena Trujillo Padrón, Psicóloga Coordinadora Técnica de Fundación Tierra de Esperanza.

Chile es uno de los países con una alta prevalencia a los trastornos de salud mental y la población infantojuvenil es parte de esta realidad. Sin duda, un tema que cobra relevancia más aún cuando el país tiene una escasa oferta en salud mental para los menores de edad, y con cifras que ponen la alerta: la segunda causa de muerte en los adolescentes del país es el suicidio.

Existen investigaciones que dan cuenta de aquello, principalmente, en sectores donde los niños, niñas y adolescentes están expuestos a contextos sociales excluyentes y con escasos factores protectores. Al respecto, Fundación Tierra de Esperanza está realizando una continua sensibilización del tema, y Lorena Trujillo Padrón, psicóloga y coordinadora técnica en la institución abordó en esta entrevista el tema.

Lorena Trujillo Padrón.

La inversión en salud mental en Chile es baja en comparación a otros países, así lo indica la Organización Mundial de la Salud. ¿Qué diagnóstico realizarías al respecto en el ámbito de la infancia y adolescencia?

Aún cuando pudieran existir experiencias significativas expresadas en políticas públicas, como por ejemplo el caso de “Chile Crece Contigo” que nos sitúa en una posición privilegiada, si nos comparamos con otros países de la región, ello dista mucho de ser respuesta a lo que la infancia en Chile necesita. Nuestro País cuenta con deudas importantes en materia de infancia.

En la medida en que no contemos con una política de garantía de derechos, y de acuerdo a la realidad de la última década no contemos además con una Ley de Salud Mental, tanto las políticas como los recursos, continuarán siendo muy insuficientes. Por ejemplo, hoy contamos con poco más de un 2% del presupuesto destinado a salud mental.

Un porcentaje importante de la población infantojuvenil está expuesta a contextos que vulneran sus derechos. ¿Cómo debe ser abordada la salud mental en estos contextos?

La mirada sobre los determinantes sociales de la salud, nos han ayudado a entender que, aún cuando se trata de fenómenos cuya explicación es bio- psico- social, sin duda existen condiciones propias de las características de las sociedades que permiten explicar en gran parte lo que ocurre con los sujetos. En este sentido, la actual crisis social que atraviesa nuestro país nos viene a recordar que la condición de la infancia en Chile, y su salud mental en particular, depende en gran medida de dos grandes factores: la calidad del cuidado que seamos capaces de entregar los padres y/o madres y el lugar donde ese niño nació.

El primer factor nos exige contar con todos los apoyos desde el Estado, la sociedad civil y la sociedad en su conjunto para apoyar el rol de la crianza: ¿Cómo logramos que la individualidad en la que vivimos deje de impactar en padres y/o madres que se enfrentan a un ejercicio de crianza en solitario y sin una comunidad que cuide?; ¿Cómo logramos evitar que padres y/o madres tengan que tercerizar la  crianza en otros (jardín infantil, escuela, abuelos), porque no tienen tiempo para criar?; ¿cómo toda la sociedad en su conjunto abandonamos el castigo como principal manera de disciplinamiento, tan arraigado en la cultura de nuestro país?.

El segundo factor ya lo sabemos y hemos estado hablando de él con fuerza durante el último mes. En este sentido, la actual crisis social viene a ser una oportunidad y responsabilidad ética para generar los cambios que necesitamos a fin de terminar con las graves desigualdades presentes en nuestro país. No podemos dejar que el lugar donde nacemos, sea determinante en la trayectoria de desarrollo de unos niños y niñas, versus otros.

Pensando en la población atendida de Fundación Tierra de Esperanza , y en la situación  social que vive el país. ¿Qué puntos se deben considerar?

Chile ya lideraba lamentables récord en materia de salud mental. Niños y niñas menores de 5 años con altas tasas de problemas de salud mental si se compara con otros países; más del doble de problemas internalizantes en niños, si nos comparamos con las cifras mundiales; y al menos un 20% con problemas francos de salud mental.

Si hacemos “zoom” en determinados sub- grupos, por ejemplo, en el caso de adolescentes privados de libertad, estas cifras pueden aumentar hasta en un 30%. Sobre esta realidad ya muy alarmante, debemos considerar que es sabido que las crisis vienen a agudizar problemáticas pre- existentes. Por ende, el escenario que nos espera es poner un foco permanente, transversal y de largo plazo en todos aquellos factores bio- psico- sociales de incidencia en la salud mental de niños/niñas y adolescentes, se trate o no de equipos que tengan este foco como objetivo. Esto no es privativo de un dispositivo o equipo en particular, es una tarea en la que todos nos tenemos que involucrar más que nunca.

Diversos estudios consignan que el suicidio adolescente se acentúa en determinadas fechas, una de ellas es fin de año. ¿Qué recomendaciones harías para prevenir?

Tenemos que propiciar espacios protegidos en los que niños/niñas y adolescentes puedan expresar lo que les ocurre, de acuerdo a su ciclo evolutivo. En particular en relación a las conductas suicidas, sabemos que hablarlo nunca será un gatillante o riesgo para que el suicidio ocurra. Por el contrario, el contar al menos con un adulto capaz de entregar un espacio de escucha respetuoso y contenedor, puede hacer “la” diferencia para un adolescente. Si sospechamos de riesgo de suicidio en algún niño y/o niña o adolescente, debemos preguntar directamente, sin temor, entendiendo que el alivio psíquico que esa instancia puede entregar, puede constituirse en una potente estrategia de prevención.

Por último, la infancia necesita ser más cuidada de lo que hoy que estamos siendo capaces de hacer. En ello, apoyar a las familias y generar redes de cuidado entre éstas y las instituciones es tarea central: familia, escuela, instituciones, debemos constituirnos en una comunidad de cuidados para la infancia en Chile. FTDE