Francisco Bascur Sánchez, más conocido como “Panchote” es un destacado músico de la región del Biobío. Su talento ha trascendido las fronteras locales para cultivar el afro, folclor y rock en otras latitudes del país con la banda Kalule, donde es percusionista y voz.

El 2012 fue un año exitoso. Su nominación a los premios de las Artes de la región del Biobío (CERES), como mejor ejecutante popular, habla del reconocimiento de sus pares en las lides musicales, abriendo paso a una auspiciosa carrera que ya lo tuvo de invitado en el programa Do Re Mix, de TVN, animado por el reconocido músico Joe Vasconcellos.

Sin embargo, su vocación de servicio lo ha motivado a mantener en sintonía su talento y el trabajo más social. Desde el año 2007 trabaja en la Fundación Tierra de Esperanza, donde ha puesto el arte al servicio de los programas ambulatorios intensivos (PAI) Creser Biobío y Andalién, que atienden a jóvenes privados de libertad para su rehabilitación en consumo de drogas. Bascur, ha podido aportar a los procesos terapéuticos, incorporando la música como medio de expresión. A la fecha han compuesto más de 50 canciones con la participación de más de 70 jóvenes que impulsaron la iniciativa musical “Derribando Muros”.

Cabe señalar, que otras experiencias similares la han impulsado proyectos de Tierra de Esperanza en las regiones Metropolitana, Atacama y Araucanía, a través de sus talleres artísticos.

 

“El espacio musical como expresión”


¿Cómo fue el inicio de este trabajo?

La expresión musical parte como un apuesta de Creser Biobío el año 2007. Su directora Mitsy Álvarez incorpora a 3 Talleristas de arte con el fin de apostar por nuevas formas de intervención acordes a una población de usuarios con características bien especiales, y que además se encuentran privados de libertad y con consumo problemático de drogas.

De esta forma, comenzamos a incorporar metodologías de intervención grupal e individual con disciplinas artísticas al servicio de las terapias de los jóvenes. Comenzamos instalando grupos de Artes Circenses, Artes Visuales y Musicales.

En el caso específico de la música, el inicio estuvo marcado por la formación de un grupo de percusión latina, que se denominó “Tropicana” y que duró aproximadamente un año. Este grupo permitió a los jóvenes apoderarse del espacio musical como un espacio de expresión y que con el paso del tiempo dio origen a diversas agrupaciones con distintos intereses musicales, y por supuesto fue el inicio de varios procesos creativos.


Cómo músico ¿qué aporte haces al proceso terapéutico que realizan los equipos?

Como músico uno acostumbra a trabajar en grupo. Ese sólo ejercicio es un laboratorio donde se ejercita constantemente la buena comunicación, el llegar a acuerdos, la humildad, el compañerismo, el plantear objetivos grupales, aportar estéticamente a las obras, etc. Todos esos elementos fueron rápidamente bien aprovechados por los jóvenes. Incluso muchos conflictos de convivencia, cotidianos en el Centro de Internación Provisoria y Régimen Cerrado (CIPCRC- Sename), fueron dejados de lado gracias a acuerdos nacidos de estas instancias musicales. De todos estos elementos que te menciono, el aporte a mi juicio es la posibilidad de expresar sentimientos y emociones de una forma nueva que tiene además una estética, un sentido y significado profundo. Varios jóvenes dejaron de lado prácticas de autoagresión, transformando esa energía en letras, melodías y ritmos. La música en general iguala a las personas, es una bella posibilidad de sentirnos por un momento parte de algo, sobretodo en estos tiempos solitarios y egoístas.


¿Cómo fue recibido por los jóvenes este trabajo?

Los jóvenes son eminentemente musicales en todos lados y esta no fue la excepción. En un principio hubo una leve resistencia, dado lo extraño de ver tambores en una cárcel, pero al cabo de un tiempo los grupos comenzaron a funcionar sin problemas. Nunca fue necesario andar detrás de ellos para que participasen de las instancias artísticas en general, lo cual nos indica el interés que ellos tienen por las instancias.


¿De qué manera crees que incidió la música en ellos?

Creo que en la mayoría de los casos, la música fue un canal de expresión importante. Desde quienes iban a participar y sentirse acogidos por el grupo, pasando por quienes buscaban un espacio para liberar tensiones, hasta quienes incluso pudieron expresar ideas, sueños, preocupaciones o bien contar sus propias historias de esta forma: todos ellos pienso que encontraron un espacio de “libertad” momentáneo pero importante.

Hubo el caso de dos jóvenes cuyo pilar en la terapia fue la música, siendo el eje de toda la intervención. Tenían sesiones diarias por lo mismo. Una guitarra fue el mejor remedio.

En otro caso, pudimos “sacar” del CIPCRC a un grupo de expresión musical a tocar a un Festival de Bandas Emergentes organizado por la corporación cultural Balmaceda Arte Joven de Concepción, con una tremenda acogida del público, que por lo demás nunca supieron que este grupo, llamado “Libertad”, venía del CIPCRC. Finalmente, otro caso destacable es el de un joven que motivado por la música y por su talento como compositor y autor, logró sacar un disco y con el tiempo postular a una carrera de Ing. en Sonido.

 

“Los jóvenes tienen un tremendo potencial artístico”



Además, la música es un medio de expresión, ¿qué notaste en sus composiciones?

Son en general composiciones de un fuerte contenido lírico, y que muestran la realidad de estos jóvenes contada “de primera fuente”. Muchas creaciones además son autobiográficas, lo cual abre un marco de comprensión del entorno íntimo de los jóvenes, de sus familias, amistades, de sus barrios, etc. También hay espacio para la música mas romántica, muchos temas son verdaderas dedicatorias de amor a la pareja, a la familia, a los hermanos. Hay temas instrumentales y de variados estilos. El archivo musical que tenemos actualmente, gracias a estas características, se convirtió en un insumo importante para todo el equipo interventor de Creser Biobío.


Qué estilos son los que has trabajado con ellos?

De forma natural comenzamos trabajando con música del gusto de los jóvenes. Fue nuestra llave de entrada el comprender sus gustos musicales. Lo primero que formamos fue “Tropicana”, de música tropical y bailable (Cumbias, Corridos, Rancheras). Luego aparecieron grupos de Música Gitana (Flamenco Pop de los ’60), solistas de distintos estilos, música Andina, Reggaetón, Rock, Punk y por supuesto Hip Hop, estilo en el cual tenemos la mayor cantidad de registros. Debo agregar que desde un principio pudimos contar con un set de instrumentos que con el tiempo fuimos ampliando, así como también habilitamos un Home Studio (Estudio de Grabación Portátil) que nos permitió registrar las sesiones dentro del CIPCRC y ordenar el trabajo: grabar ensayos, grabar las creaciones, mezclar y por supuesto sistematizar el proceso.

¿Qué le dirías a los profesionales que no han visualizado las expresiones del arte como un componente de apoyo a lo terapéutico?

Les diría que no olviden que trabajan con jóvenes con mucha energía, que viven en un constante vértigo y adrenalina, y que en muchas ocasiones están sobreintervenidos y quizás agotados de las intervenciones tradicionales, y que por ende quizás puedan encontrar sentido en expresar sus emociones de esta u otras formas. Todos los jóvenes tienen además un tremendo potencial artístico, muchas veces oculto o desconocido por una serie de factores. El Arte, en estos casos, puede convertirse en una herramienta al servicio de la terapia, capaz de sacar todo eso hacia fuera de una forma bella y con sentido.

 

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